imagen extraída de GE DATA VISUALIZATION
by SantiPina
Imagino que llegará el día en que decir que no ves TED te
convertirá en un margi. Y además sospecho que ese día no anda lejos. Así
que confesaré ahora que es uno de mis canales favoritos.
Una de las razones por las que me gusta TED es la... Bueno,
seamos francos, la principal razón es que lo veo en el ordenador y no tengo que
luchar con el mando de la tele contra Clan, Boing, Disney y demás. Pero también
porque es una demostración gloriosa, en cantidad y en calidad, de la fuerza que
puede alcanzar una persona explicándose delante de otras.
TED es el espectáculo de las presentaciones. Supongo que
hablar allí debe de ser un momento muy especial, como la ceremonia de
graduación de tu pequeño powerpoint, digamos.
Por supuesto que subir a ese escenario no es exactamente lo
mismo que bregar con un puñado de encorbatados en cualquier sala de reuniones.
De hecho debe de ser tan diferente como representar una pequeña obra de teatro
en familia, o intentar sobrevivir en el circo a los leones de otro domador.
Pero hay tanto que aprender viendo a la gente que habla en
TED, independientemente de las cosas que hablan, que ya hablaremos de eso en
otro momento.
Los últimos días hemos estado dando un repaso a las charlas
de Nancy Duarte, autora de slide:ology y Resonate y una de las
grandes del mundo en presentaciones visuales; también a David McCandless, ídem
en la visualización de datos –puedes llamarlo “infografías”, como toda la vida,
pero esto también te convertirá en un margi antes o después-, y un poco
de Hans Rosling, maestro del anterior y propietario de la frase “dejemos que
los datos cambien la forma de pensar”.
Todos ellos cuentan cómo la forma de exponer los hechos con
sencillez, claridad narrativa y –literalmente en los tres casos- belleza,
condiciona la forma en que estos hechos son percibidos y, aún mejor, se
convierten en herramientas para conseguir seguidores.
Conseguir seguidores no es un asunto bíblico. Tampoco es
exclusivo de la política o el marketing. Conseguir seguidores es lo que hacemos
casi todos, cada día, en nuestro trabajo. Debería decir también que en nuestra
vida familiar, pero después de confesar lo del mando de la tele me siento aún
menos creíble en ese campo que en el otro...
En “The beauty of data visualization”, McCandless explica
(apoyado del oportuno gráfico, claro) un asunto que han tratado ya un buen
puñado de neurocientíficos y que en facts:brands entendemos clave para
preparar una buena presentación:
Anatómicamente, físicamente y, por tanto, inevitablemente,
el sentido de la vista es el más rápido de todos. Al cerebro le llega mucho
antes la información visual que la auditiva, y muchísimo antes que todas las
demás. Esto es una responsabilidad y una carga de trabajo grande para nuestros
ojos, que además se ven sometidos a una cantidad de estímulos mucho mayor que
el resto de los sentidos. En realidad la carga no es tanto para nuestros ojos
sino para la parte de nuestro cerebro que se ocupa de gestionar toda esa
información. Y aunque nuestro ojos no sean mucho más que un par de bolas con
terminaciones nerviosas, desde luego nuestro cerebro no es estúpido. Por eso,
que nuestra vista sea especialmente sensible implica, para no tararnos, que sea
a la vez especialmente exigente. Nuestra vista dedica muchos más esfuerzos a
descartar información inútil, que a asimilar la que puede sernos de interés (es
gracioso: los humanos estamos genéticamente programados para no hacernos el más
mínimo caso).
Así las cosas, McCandless aporta tres pistas también
puramente fisiológicas que nos pueden ayudar a hacernos atender y entender: en
ese lamentable trabajo de tirar al cubo de la basura casi todo lo que vemos,
nuestro cerebro es especialmente sensible a las variaciones de color, de forma
y de patrón. Y esto es tremendamente útil para preparar una buena presentación.
Refiriéndose a los datos, dice que “todos exigimos un rasgo
visual a la información”. Pero si pasamos de los datos a los conceptos, las
ideas, los proyectos, las historias que queremos contar, podríamos decir que
todos exigimos un rasgo diferencial a la información. Es decir, exigimos
inconscientemente que el tipo que está hablando delante de un powerpoint sea
capaz de romper el patrón de una diapo tras otra cargadas de textos y textos.
Que consiga poner delante de nuestros cerebros, no-estúpidos, imágenes
suficientemente llamativas, que exploten eficazmente el poder de la comparación
visual y, por qué no, de la descontextualización (contrariamente a la obsesión
de tantos encorbatados por la representación de “nuestra marca” y las imágenes
fieles a la actividad de la compañía siempre y en todo). Que sepa vadear la
historia que todos esperaban escuchar cuando entraron en la sala. O que
gestione en sus esquemas formas y colores para convertirlos en representaciones
claras, sencillas y –literalmente- bellas.
David McCandless se dedica en exclusividad y con pasión al
diseño de infografías, a la visualización de datos. Tanto, que le invitan a
hablar en TED igual que a Nancy Duarte y a Rossling, pero también igual que a
Isabel Allende, Al Gore, Bill Gates, Stephen Hawking, James Cameron, Antonio
Damasio... Con ello quiero decir que, en el intento por entender el mundo y en
la ilusión por mejorarlo, la forma de contar las cosas también es importante.
Por supuesto, la mayoría de nosotros no podemos dedicar a preparar una
presentación el tiempo, el equipo humano, la tecnología ni, posiblemente, el
talento que puede dedicar a ello McCandless. Pero sí podemos intentar hacerlo
un poco mejor, porque eso puede ayudar a mejorar un poco nuestra pequeña
parcela de mundo, ¿no?